Topalov, de 38 años -cumplidos el pasado viernes 15-, que ganó el título mundial en Potrero de los Funes, San Luis, en 2005 y lo perdió un año después, en Elista, transita con la experiencia de un campeón emérito, pese a que aún su fuerza de juego no lo abandona. En el último ranking de la FIDE, se ubica entre los siete mejores ajedrecistas del mundo.
"Sí, creo que en 2010, cuando intenté recuperar mi título ante Anand, llegué a la cúspide de mi carrera. Sabía que ganara o perdiera ésa iba a ser mi última oportunidad; lo di todo pero no alcanzó. Ahora es de esperar que surja alguna otra figura en mi país, que otros tomen la posta y hagan su camino", le contó a LA NACION durante uno de sus viajes de promoción de la actividad. Atrás queda una carrera de ascenso vertiginoso sobre la base del estudio y el sacrificio. Aprendió a subordinar salud, dinero y familia a cambio de un sueño: ser campeón mundial.
A principio de los años noventa, junto a Danailov, recorrió en automóvil más de 4000 km del territorio español participando en cuanta competencia le fuera permitida la inscripción; la conquista de algún premio en efectivo aseguraba la cena y el descanso de una noche en un colchón. Con los avances en el juego -logró el título de gran maestro (1992) y venció por primera vez a Kasparov (1994)- llegó el bienestar. Comenzó a recibir invitaciones a las mejores competencias y eligió una nueva morada; en 1997 se afincó en Salamanca. En 2005 ganó el torneo de Linares, tras vencer en la última rueda a Kasparov (horas más tarde, el ruso anunció su retiro de las competencias profesionales) y semanas después, cumplió su sueño en San Luis. Durante 27 meses fue el N° 1 del mundo.
-¿Qué cosas te sorprendieron de esta visita al país?
-Bueno, en verdad se puede decir que esta es la primera visita, porque en la anterior sólo estuve una noche en Buenos Aires. Sí me ha llamado la atención la gran cultura ajedrecística que aquí tienen, porque más allá de la historia, los logros y los maestros del pasado, aquí se nota la pasión de la afición. No he hecho más que poner un pie en el país que un señor de migraciones al ver mi pasaporte, me dijo: 'Usted fue campeón mundial de ajedrez, ¿no es cierto?'. No había salido de mi asombro -porque esto no me ocurre en ningún lado fuera de Bulgaria- que ya me estaba pidiendo si podía tomarse una foto conmigo. La verdad es que todavía me cuesta creerlo (risas)".
Ahora, aplomado y con su bagaje a cuestas quiere trabajar en la promoción de la actividad; para ello tiene un discurso ensayado para cada ocasión: "El ajedrez es experiencia, análisis e intuición; una excelente práctica para que ustedes mejoren sus tomas de decisiones", les dijo oportunamente a Francisco Irarrázaval (Secretario de Deportes porteño), Gustavo Posse (Intendente de San Isidro), Jorge Macri (de Vicente López), Claudio Morresi (Secretario de Dde la Nación) y Daniel Scioli (gobernador bonaerense) durante sus encuentros con las autoridades.
También tuvo tiempo para dejar su impronta frente a los colegas, ya que disputó dos torneos ante varios de los mejores maestros del país, y extrañamente no conquistó ninguno. En San Isidro triunfó el zarateño Federico Pérez Ponsa, y en Villa Martelli, Diego Flores.
"Alguno podrá decir que perdí el espíritu deportivo, pero lo cierto es que habiendo premios en pesos me pareció incorrecto que me quedara con algunos de ellos; he cobrado un cachet por esta visita y para algunos jugadores argentinos estos premios resultan de vital ayuda para sus carreras" dijo, sin tapujos.
Veselin Topalov, de aquel enorme jugador a esta gran persona. Todo un ejemplo.
En el siguiente se ve a Topalov en una simultánea.
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